Crónicas de un Mal Nacido

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Location: Chile

Sunday, March 12, 2006

CiudadempresariaL



“Numero 197!”

Justamente estaba terminando el capitulo 47 de Pulp cuando mis oídos me trajeron la música más hermosa que podía llegar a escuchar.... número 197.
“Buenos días, ¿Su requerimiento?”
Y ahí estaba yo, tenia mi lugar en aquel hangar del infierno, con sillas pariadas e inconteniblemente incomodas... creo que me dolia la espalda.
“Buenos dias, quisiera mostrar mi trabajo al señor Patricio Bañados”
¡Sí! Lo habia logrado, por fin todos estos años de trabajo habrian valido la pena... ¡Vaya! Todo ese tiempo sólo para este día.

“Mhh...

(Creo que tosió o algo)

... disculpe, pero creo que eso no va a ser posible”

Sonreí...(imbécil)
“¿Cómo? Pero si lo que le estoy pidiendo es algo muy simple... mucho más simple que los requerimientos de las demás personas que han pasado por aquí... ¡De eso estoy seguro!”
(Y lo estaba.)
“Disculpe Señor...”
Veo que aquí la atención es personalizaada...
“Monteffiori” - Dije.
“...Monteffiori. Lo que usted nos está pidiendo es algo imposible de llevar a cabo. Verá, supongo que usted a pasado mucho tiempo sentado allí, esperando pacientemente que sea su turno, muchas personas hacen lo mismo, ¡Pero lo hacen por un objetivo que vale la pena! ¿Por qué no se conforma en pedirnosa dinero, una casa o vacaciones? ¿Por qué no se va de vacaciones?, debe haberse aburrido mucho esperando todas estas horas.”
“No. Estaba leyendo”
“Bueno, señor Monteffiori, su tiempo se está acabando. ¿Entonces va quereri ir a Bruselas o a Islas Caimanes?”

Reí un poco, pero de forma educada, es decir, lo que estaba ocurriendo allí era algo realmente chistoso, estupidamente chistoso... lo único que les pedia era estar 15 minutos con Patricio Bañados, ¡Qué tan difícil puede ser eso para una empresa que está acostumbrada a dar millones de pesos a cualquier pobrediablo que se les acerque!
“No, no, es que usted no entiende.... lo único que estoy pidiendo es estar 15 minutos con Patricio Bañados, nada más... ¡No quiero ni dinero, ni vacaciones!”
“Señor Monteffiori mi paciencia se está terminando y hay personas que necesitan ser atendidas, ¿va a querer las vacaciones si o no?”

Vaya, en este punto la situación se volvió negativa, de hecho, fue la negativa de Iris (chapita empresarial) lo que me trajo de vuelta y me hizo darme cuenta que estos malditos no iban a dejarme ver a Patricio Bañados... ¡Diablos! ¡Pero si estos tipos se dedican a eso! ¡Se dedican a cualquier cosa que uno quiera!

“Escuche Iris, se lo pido por favor, ¿podría darme lo que le estoy pidiendo? Sólo quiero eso, mire, auqí tengo mi portafolio con el trabajo de mi vida, he tenido que trabajar hasta de operador de carrusel para conseguir financiarme, ¡Se lo pido de verdad!”

Lo del carrusel era mentira, pero me pareció un empleo horrible, y tal vez eso la haga reconmsiderar mi propuesta.

“Lo siento señor Monteffiori, su tiempo ha expirado y no queremos aquí a revolucionarios violentos que no respetan las políticas de esta compañía”
"!!!"
Iris cierra un pequeño cuaderno azul, reacomoda la montura de sus lentes y me dice implacable.
“Ahora Señor Monteffiori, por favor, váyase”
Eso se me clavó en el pecho. ¡Todos estos años de no-libertad para que alguien me negase el placer asi como si nada! ¡Un simple subordinado!

“¡NO! ¡QUIERO VER AL SEÑOR BAÑADOS!”

Su rostro se encrispó y pude darme cuenta que resultaba mucho más mayor de lo que pensaba.

Vi que buscaba algo bajo su cubiculo.

Comenzé a pensar en que tal vez no lo lograria, que saldria de alli como si nada, con mis manos vacias, mi portafolio intacto y mis ganas de vivir más devastadas que nunca.

Yo sabía que ellos podian darme a Patricio Bañados, pero que sencillamente no lo hacian por simple burocracia, por llegar temprano a sus hogares, para no tener que agarrar el taco de las 6 de la tarde...

“¡¡SEÑOR BAÑADOS!! ¡¡SEÑOR BAÑADOS!!! ¡SÉ QUE ESTA AQUÍ SEÑOR BAÑADOS!”

Me precipité de la silla directamente por sobre el escritorio de Iris, cuidando de tomar firmemente bajo el brazo el portafolio, esa puerta tras de Iris seria mi camino hacia la realidad.

Levito... ........... ...Atado.

Nunca logré pasar del escritorio, tras de mi dos guardias de azul me toman de mi cuello y piernas.

“¡¡¡SEÑOR BAÑADOS!!!”
Grité con todas mis fuerzas, de verdad que grité muy fuerte, pero lo único que logré hacer fue llamar la atención del resto de la gente que me observaba indiscriminadamente. No puedo negar que mis opresores eran fuertes... o más fuertes que yo por lo menos. Me arrastraron por el piso de azulejos tomándome por los hombros... era realmente decepcionante y humillante verme así, arrastrando mi trasero por esos azulejos relucientes, mientras todos me seguían con la mirada y yo ahí, sin nada qué hacer más que sentir un poco de frío y ganas de un cigarrillo.

“Llegamos para poner las cosas en su lugar” eso fue lo único que alcancé a oír ante de verme de cara contra el piso. Porque el asunto era bastante más complicado de lo que parecía. Sobre la mesa estaban todos mis papeles, y los de Claudia, torres amontonadas de papel blanco sobre la mesa ennegrecida por la propia falta de iluminación del cuarto.

A mi me tenían atado de manos, y en el piso, como ya creo haberles dicho. A Claudia la tenían en una silla, atada de manos también y con una venda por sobre su roja y gruesa boca. Pensé que no tardarían en eliminarnos, o eliminarme a mi por lo menos, era lo mínimo que podía esperar una vez que leyeran las primeras líneas de cualquiera de las hojas que reposaban unas sobre otras sobre la mesa.
Los oficiales parecían confundidos. O no comprendían cual debía ser el modus operandum que debían seguir. Me extrañó que ninguno de los dos trató siquiera de acercarse a la mesa dónde se encontraban los papeles. El tiempo pasaba oscura y lentamente y los oficiales sólo permanecían a nuestro lado con sus ametralladoras entre las manos y apuntándolas despreocupadamente hacia el suelo de la habitación.

“¿No le va a echar una mirada a los papeles?” pregunté luego de horas de permanecer con la cara junto al frío piso. ¡No sé por qué pregunté eso! ¡Cómo pude dirigirle la palabra a uno de esos desgraciados! Ahora si que estaba muerto, el maldito me pegaría un tiro o dos en mi cráneo, y luego otros cuatro más para asegurarse de que alrededor de mi cadáver quede un gran charco de sangre marrón…sin embargo, no ocurrió nada de eso, de hecho, ni siquiera se inmutaron al oír mi insolencia. Parecían un poco nerviosos, ahora que logro levantar la vista y mirarlos a la cara. Ambos están petrificadamente sólidos. Uno está a mi derecha, y el otro al lado izquierdo de Claudia... Claudia, pobre Claudia, se ve tan demacrada ahí atada…su pelo le cubre la mitad de la cara, creo que aún llora porque el rimel ya le llega al mentón y de vez en cuando se mueve como una mariposa esperando a salir de la telaraña que la mantiene cautiva… pero sabe que es imposible.

Aún no logro comprender la actitud de los miserables…seguramente los envió algún vecino… “Sabe que aquí al frente hay un señor alto de bigotes, y a veces también una señorita rubia, que se encierran en aquélla habitación…y de noche lo único que se oye es el tac-tac de una máquina de escribir…¿hay una recompensa por esto no es así?... No crea que lo hago por el dinero, es solamente que…” ya le habrían cortado la llamada y la patrulla ya se dirigía hasta acá.
Hubiese sido un buen libro… algo que hubiese perpetuado en el tiempo… cuando se prohibió toda actividad literaria nos vimos en la obligación de esconder la vieja Underwood de mi abuelo en esta habitación que antes servía de pieza de servicio del viejo restaurante italiano Rizzo’s.
Desde octubre que comencé a venir cada noche a este lugar, a perpetuar lo que seria la verdad del presente, una verdad que no debía perderse, debía ser leída por las generaciones venideras si es que la capacidad de lectura no había sido ya erradicada para ese entonces…por que esto no se podía detener con una simple rebelión….vaya que no.

Todo comenzó cuando un periódico amarillista publicó una serie de irregularidades acerca del gobierno y la milicia del país. Eran hechos contrastables en la realidad y el pueblo se sintió humillado de sus lideres, comenzaron a formarse manifestaciones a diario que duraban desde las 8 de la mañana a las 12 de la noche, día tras día, eran verdaderas hordas de gente, armadas con palos encendidos, botellas, bombas molotov, armas, escopetas hechizas, hondas y cualquier articulo contundente capaz de romperle el cuello al adversario. Y el adversario eran todos y todo. El adversario era la propia ciudad, y así el pueblo entero comenzó con su inquisición personal asesinando a uno y cada uno de los lideres nacionales corruptos, fueron asesinados 19 parlamentarios en sólo dos días, las calles se volvieron intransitables, la policía se desconfiguró por completo, los subordinados se revelaron contra sus superiores, la prole vencía a sus amos y se quedaba con el oro. Pero frente a la masacre también se estaban destruyendo a sí mismos…así, en una anarquía completa, que duró 4 meses, donde las artes florecieron como en una era de luz… se crearon decenas de estilos teatrales, incluyendo el mortis causa, el pánico incendiario y el indecible, entre otros. La pintura, la danza y la música se convirtió en el alimento diario… increíblemente la cultura se enriqueció a niveles magnánimos jamás sospechados… se hacían inmensas celebraciones donde centenares de personas bailaban desnudas alrededor de una fogata avivada por los restos del congreso, edificios estatales, automóviles e incluso de los mismos lideres calcinándose junto a la madera, cemento y óxido.

Durante ese periodo me refugié en esta pequeña habitación…allá afuera era un caos y una utopía a la vez, pero no era mi utopía…me encerré aquí con la vieja máquina de escribir de mi abuelo y eso fue precisamente lo que hice: escribir.

En un principio escribí sobre mi niñez, luego dejé de ser auto referente y me especifiqué en tratar de encontrar un modo creíble de describir lo que estaba ocurriendo allá afuera… porque estaba seguro que era sólo una cuestión de tiempo hasta que nuevas fuerzas uniformadas llegaran para imponer lo que ellos llaman orden… llegarían y lo lograrían a toda costa, sin importar las vidas humanas que se pusieran en juego de por medio, sin importar nada, sólo la imposición de un nuevo régimen dictatorial y prohibitorio de todo y todos.
Entonces estuve los primeros 4 días sin salir de mi pequeña habitación, sólo escribiendo y terminando de comer las pocas conservas de fruta que pude agarrar del saqueo a la tienda del viejo Jerry…le tenia cariño a Jerry, lástima que tenia demasiadas amistades políticas… al pobre infeliz lo ahogaron en su propia máquina de jugos naturales que mandó traer de Suecia…. al último momento de su respiro las aspas metálicas le cercenaron el cuello convirtiéndolo todo en un jugo de frambuesas gruesas y espesas… me quedé observándolo un instante, esos ojos blanquecinos y más abiertos que nunca, esa mirada frente al cristal salpicado de sangre frutal… alguien me pasa a llevar el codo y ya hay un centenar de gente dentro de la tienda llevándose y tirando todo al suelo… agarro un par de conservas de duraznos y me largo de allí sin olvidar aun la mirada penetrante del pobre Jerry que yace sobre el plástico y las frambuesas.

Con el agua tuve que hacer otro arreglo… me preocupaba de dejar un gran galón de vidrio vacío de cinco litros que guardaba celosamente mi abuelo, ya que éste pertenecía al primer hospital regional del país, creo que databa de 1868… sobre el frontis de mi habitación. Extrañamente en aquél periodo de cuatro meses solía llover mucho por las noches, pero era una lluvia tibia y ligera…como si el cielo llorase o celebrase la libertad perpetua de esta faja de tierra olvidada por todos…

En la primera semana ya tenia terminado lo que seria el primer capitulo de la verdad… me sentía satisfecho, la verdad sobre todo esto se sabría si o si… nunca mencioné que no soy escritor realmente. Antes de esto trabajaba como abogado particular en el decimoquinto juzgado del crimen… pude contrastar muy bien que la justicia además de no ser ciega, es manipulada…no existe la justicia realmente, no aquí por lo menos…

Todo iba bien hasta que decidí salir por primera vez de mi habitación…creo que fue por el día 9 o 10 de mi auto-encierro….ya no tenia nada de comida y la verdad es que los duraznos me tenían con el estomago constreñido y la boca llena de ampollas…

A salir, el sol me quemó los ojos y permanecí como un topo por un par de minutos que se me hicieron eternos, porque al caminar iba tropezando con cuerpos en el suelo, a mi lado, sobre las paredes y tras de mi… logré estabilizarme y casi entro en shock al ver lo que vi. Por un lado había un grupo de unas 200 personas danzando y tocando distintos instrumentos a un lado de la plaza central….todos estaban desnudos y tocaban tambores cada vez más frenéticamente… me acerqué tratando de que nadie notara mi presencia y pude darme cuenta de lo que estaba sucediendo realmente… en medio del circulo musical habían unas 20 a 30 personas fornicando a lo bestia, unas con otras, otras con unas, todas se confundían entre los cabellos y el sudor espeso, todo era una orgía celestial junto con un calor que emanaba desde el centro de la tierra, pasaba por esos 50 o más cuerpos y se elevaba para llevarle el mensaje a un Dios seguramente derrotado…

Entre aquella gente pude distinguir la rubia cabellera de una mujer de pechos exuberantes y rosados como el jugo de frambuesas que corría por la frente de Jerry… un codazo me despegó de la visión pétrea, y me vi envuelto en un baile frenético, tambores a mi alrededor, gente con pinceles trataba de pintar mis extremidades, las hojas de la Biblia volaban sobre mí mientras alguien recitaba algo acerca de los siete Ángeles y de la caída del mundo y la llegada de un ser luminoso, y oía poemas, y versos en prosa larga y entrecortada, y todo tenia un olor como entre flores y sangre coagulada por el calor y el paso implacable del tiempo.

Me detuve un segundo para encandilarme con el sol, caí al suelo, mareado, confundido, pisoteado, escupido, sudado, manoseado, alguien me arrebató la camisa y quedé desnudo de pecho, quedé casi tan desnudo como ellos, senos y genitales rozaban mi espalda, líquidos fluían por mis brazos, un hedor enfermizo me llenaba la nariz, todo daba vueltas y nadie dejaba de danzar, ni de cantar, ni de recitar, ni de vivir…

Pude cobijarme tras un arbusto olvidado sobre una esquina del viejo centro de la ciudad… todo estaba destruído, los almacenes, las farmacias, las tiendas fotográficas y hasta los lavasecos….la gente iba de aquí para allá, siempre desnudos, siempre cantando y a veces con una botella en la mano… no comprendía nada, ¿qué estaba ocurriendo realmente?, ¿Dónde estaban los niños, los viejos, la gente que aún tenia un poco de moral y decencia?.... ¿cómo llegamos a caer tan bajo? ¿Cómo demonios pasó esto? ... ¿fueron nuestras propias ansias internas que nos llevaron a justificar esto a través de gobiernos falsos y sus supuestas fechorías?, ¿Habrían cometido todas las atrocidades que aquel periódico publicó ya no sé hace cuanto tiempo atrás?, ¿Cómo dar cuenta de la situación, cómo entenderla y tratar de insertarme?, ¿Cómo podía yo estar desnudo fornicando en plena vía pública a la luz de todos?... pensé en esa cabellera rubia, pensé en los cristales de las tiendas que yacían en el suelo y me pregunté como era posible que nadie se cortase los pies con las esquirlas…pensé en tantas cosas que creo que hasta lloré apoyado en ese arbusto, en ese pedazo de vida que permanecía virgen aún, dentro de las leyes naturales aún… no como ellos… no como yo tal vez… estaba cansado… necesitaba comer algo, ahora.
La puerta se abre estrepitosamente y los guardias toman posición de ataque. Un gordo de bigotes hitlerianos irrumpe en la habitación. Observa los papeles en la mesa, los tarros de duraznos oxidados y a Claudia… tengo tanta, tanta hambre que no siento los culatazos en mi espalda… tanta hambre, tanta hambre… debí de agarrar otro par de latas de duraznos cuando pude.

Gente


Iba conduciendo por la carretera a 160 kilómetros por hora. Puede sonar una estupidez, pero siempre sigo rasgos cabalísticos en lo que me rodea.
Era un lunes por la mañana y el tránsito en Manhattan era pobre pero sofisticado. El disco de Johnny Cash se agotó cerca de la octava salida. Me vi en la obligación de abandonar mi cábala y me cambié al carril derecho para buscar entre las cosas de la guantera el cd case.
Habían empezado a sonar los primeros acordes de Waits cuando me disponía a pisar el acelerador, pero hubo algo que me catapultó a detener la acción instantánea que mi pie izquierdo negó casi con furia. Al costado de la carretera, a unos 20 metros de mí, había una chica rubia con vestido rojo, los flecos ondulaban al compás de los automóviles que pasaban por su izquierda, eso era realmente excitante. Se veía simplemente deliciosa parada allí, de brazos cruzados y mostrando interrumpidamente un trozo de muslo.
Paré.

La rubia se sube sin decir nada.

Yo también callo.

Era preciosa, tez blanca, ojos pequeños, cuerpo increíble y una boca fina que ya me lo había dicho todo, cuando realmente no me había dicho nada.
“Gracias... por detenerse” – me dijo por fin mirando al frente.
“Está bien, es difícil no detenerse frente a una chica hermosa” – Eso siempre funciona.
“....”
“Y... ¿qué es lo que hacías en medio de la 38?” – le dije mientras encendía un cigarrillo con un fósforo que lancé por la ventanilla.
“....”
Estaba difícil la chica, no me decía nada. Conduje por el carril del medio a 160 kilómetros por hora fumando mi cigarrillo y sosteniendo el volante con una mano. Se sentía bien así. Ir conduciendo a 160 kilómetros por hora por la carretera de Manhattan, fumando un cigarrillo mientras oyes un limpísimo Waits por la radio, con una hermosa rubia que acabas de recoger en la mitad de la “nada”.

“¿Puedo guardar algo en su guantera?” – me preguntó de pronto.
“Si es lo que necesitas...” – le dije.
Vi que se abrió un poco el vestido, (buenas piernas), metió sus manos por un lado y como hurgando en su vientre sacó una pelusa blanca que intentó meter en la guantera.
“¡Vaya! ¿Qué demonios (sí, demonios) estás tratando de poner en mi guantera?” – le dije asombrado por la pelusa blanca.
La muchacha no me prestaba mucha atención, no tenia miedo pero se notaba que estaba nerviosa... sin saber qué hacer.
“Calma, no te alarmes, es sólo un conejo...mira” – extendió sus manos.
Era un conejo. Definitivamente era un conejo blanco y peludo. Di la última bocanada y tiré el pucho a la autopista.
“¿Qué intentas hacer? ¿Y por qué mierda se te ocurrió que seria buena idea poner a ese conejo en mi guantera?”

Ya estábamos llegando a la Cuarta con Winston Road, adiós 160, adiós cábala, adiós Waits...
De pronto la muchacha miró hacia atrás, por sobre el asiento, y volvió a sentarse rápidamente, para luego quedarse muy quieta, casi acurrucada.
Sostuvo al conejo entre su mano derecha, y con la otra libre comenzó a sacar y a esparcir las cosas de la guantera por todo el piso. Discos, los papeles del auto, calendarios, folletos de inmobiliarias y restaurantes, monedas, un encendedor y una cajetilla de cigarros vacía. Puso al conejo dentro de la guantera y la cerró rápidamente.
“¡Mira el desastre que me has armado! Será mejor que nos detengamos a tomar algo y me lo explicas todo” – la verdad es que no me importaba mucho el hecho de tener a un conejo en la guantera de mi auto, ¡lo que si me importaba era saber por qué mierda tenía que tenerlo! Y además, moría por una cerveza helada…
Me detuve en el primer semáforo, doblé a la derecha y a mitad de cuadra apareció un boliche que se veía bastante... decente.

Entramos al bar.

Era un típico sucucho de barrio, uno que otro borrachín se esparcía por el inmueble y únicamente un barman parecía controlarlo todo.
Nos sentamos en la barra. Me gusta sentarme en la barra, mientras bebes tienes enfrente de ti un mar entero de alcoholes, bebes mientras los miras y piensas “Si, tú eres el próximo amigo”.
Pedí dos cervezas. En botella.

“Muy bien chica, ¿podrías explicarme un poco todo este lío que está sucediendo?”
“... Le agradezco mucho que me haya recogido señor, pero la verdad es que mucho no puedo explicar, sólo le pido que olvide todo lo que sucedió hoy, yo... ya me marcho”
“¡Hey hey! ¡No creas que voy a dejar que te vayas y quedarme aquí sentado con un conejo en la guantera!” – Le dije un poco cansado de su respuesta.
“...”
Y ahí llegaban nuestras cervezas. Dos buenas y hermosas cervezas heladas. Di un trago largo, luego otro.
“Bien, comencemos otra vez. ¿Qué tal? Me llamo George, me gusta intentar escribir cosas geopolíticamente incorrectas ¿cuál es tu nombre?”
“¡Mira imbécil no tengo tiempo para esto!” – me gritó con los dientes apretados y furiosos.
“¡Pero que mierda te pasa a ti! ¡Te subes a mi auto, no me dices absolutamente nada y más encima quieres largarte y dejarme con un maldito animal muerto en mi guantera!”
“No está muerto...” – fue lo único que dijo. Y se calló, y cruzó los brazos.... y miró su cerveza, pero no bebió.
“¿Te vas a beber tu cerveza chica?” – ya había acabado la mía y esa botella mojada me estaba llamando como a un lobo en celo.
“...” – no hubo respuesta.
Le di un trago a su cerveza.
“Mira, de todas formas voy a morir así que te lo voy a decir.... seguramente en cualquier instante entrarán dos tipos por la puerta, armados, mirarán dentro del bar y cuando sus miradas se crucen con la mía una ráfaga de balas me perforará alguna parte del cuerpo y si no te largas ahora tal vez una bala te destruya los testículos.” – me dijo con tono solemne. Era para reírse, era para darme cuenta que estaba perdiendo el tiempo, hace más de una hora que debería estar en el diario, pero bueno, George Naham puede llegar una hora tarde a su trabajo, después de todo, es el columnista menos mediocre que tiene la revista.
“Tienes suerte hombre” – me dijo de pronto y se acercó hacia mi por sobre la mesa. Casi bota la botella – “Ese conejo que tienes en tu guantera va a salvarte, sólo dale bien de comer y cada 19 de mes, podrás hablar con él”
“¡Jajaj!” – no pude contener la risa; di un largo trago a la cerveza... se acabó – ¡¿Quieres que hable con tu conejito?!, ¡vaya chica estás muy drogada! ¿Qué tienes?”
“¡ESTUPIDO!” – gritó.
Todos, es decir, las cuatro personas del bar, se dieron vuelta al unísono para clavarme sus miradas borrachas, encendiendo un cigarrillo, le pido otra cerveza al barman.
Creo que no lo noté, pero justo estaba descorchando mi botella y la espuma saltó directamente a mi entrepierna, al tratar de limpiarme perdí el equilibrio, porque el piso estaba mojado, y el taburete de madera rancia se vino abajo conmigo y todo... me sentí como un imbécil.
Me arreglé el cabello, solamente por hacer algo, y me puse de pie, al mirar hacia mi derecha vi un hilillo rojo que seguí hasta darme cuenta de que mi rubia estaba muerta. De boca sobre la barra yacía con dos orificios perfectamente alineados en su cráneo... la sangre era exactamente igual al color de su vestido, y todo había pasado en segundos, pero lo más asombroso, ¡había ocurrido lo que ella había dicho!

Tuve miedo, me puse pálido y comencé a sentir frío. En el lugar empezaba a llegar gente y se veía venir el espectáculo, así que dejé un billete sobre la barra junto al hilillo de sangre y salí lo más rápido que pude hacia la calle.

Me metí al auto y conduje sin sentido hacia el trabajo con un conejo en la guantera.
Eso si era cabalístico.

DentrofuerA


Era la manera propicia de comenzar ese mes. Así que se instaló bajo el mismo árbol en que alguna vez había propinado una de sus tantas patadas con el consiguiente dolor del dedo gordo que lo llevaba a putear aún más; parado en la mitad de la plaza, siendo observado por dos maricones, una vieja y otros 6 dudables heterosexuales entre jauría y media de perros y cachorretes.

Llevaba la silla bajo el brazo. Acarició un poco la rugosidad del tronco y desenfundó su artilugio. Las cuatro patas bajaron raudas hasta detenerse gracias al fierrito especialmente diseñado para estos propósitos allá por el año 60 o 65. Especulaba infielmente.

La silla, aunque rajada, era lo bastante cómoda como para no notar la incomodidad producida por la misma. Edgard abrió su bolso y de él extrajo un disco. Lo observó un rato sin moverlo, como tratando de descubrir algo escondido en el arte… también sacó su discman y sus envidiables audífonos Sennheiser. Se recostó sobre el respaldo al tiempo que sentía como una rama baja le degollaba desde atrás el cuello. “Demasiado cerca” habría pensado. Volvió a guardar el disco en el bolso, tomó la silla en sus manos y la movió unos 30 centímetros más adelante. Volvió a sentarse y a repetir la maniobra del disco, el discman y los audífonos, sólo que esta vez pareció estudiar el arte un poco más profundamente que hace unos minutos atrás… “Nada nuevo” hubiese pensado.

Los cachorrotes iban y venían como vagones descarrilados y a Edgard no le costó mucho tomar una decisión: abrió el disco como si fuese la primera vez que lo hacía, le encantaba sentir esa sensación de tesoro, de saber que entre sus manos tenía una pieza única e irrepetible, una materia indescriptible con un lenguaje que sólo el alma lograba canalizar del todo. Sin señales de apuro posicionó el disco en su máquina, cerró la tapa, se calzó los audífonos y antes que todo, echó su cabeza hacia atrás para encandilarse con los escasos rayos de sol que se colaban del gran macizo. Play.

Scary's on the wall
Scary's on his way

El riff le destapó los oídos. Le fue bastante difícil mantener la cabeza hacia atrás, pero venía practicando el instante hace tiempo… hace demasiado quizá.
La música le llenaba las venas, el sol le curaba el rostro y sus dos manos fuerte-fuerte aferradas a los mangos oxidados de la silla.

Then you got hit
And you shoulda’ known better

Ya había pasado lo más difícil. Los comienzos suelen ser lo más difícil de todo.
El disco seguiría sonando. No una ni dos ni tres… tal vez nueve o diez veces antes que Edgar volviera a pararse de la silla, abriera los ojos, notara la humedad, la falta de luz, los regadores encendidos, los maricones desaparecidos y los cachorrotes aún dando vueltas en sus carriles invisibles, aún girando en el mismo trocito de pasto... Tal vez ya era hora de decirle a Dana que lo habían despedido.